lunes, 19 de septiembre de 2011

El Vino en la Antiguedad


 
Ya en la antigüedad, los sirios, iranis, israelitas... conocían la existencia de la vid aunque en estado salvaje en los bosques y tenemos vestigios de que hacían una bebida que era milagrosa y fermentaba sola.

Tres milenios antes de Cristo, la vid llega a Egipto y de allí se expande por los países mediterráneos, en donde se elabora un vino muy rudimentario que consistía en añadir miel al vino de la primera pisada (que era el mejor) y dejar fermentar el mosto de las siguientes pisadas en tinajas, pasando luego a colarlo a través de cestos de mimbre y se clarificaba con ceniza y agua de mar. Se guardaba en tinajas de barro en un lugar cálido y se ponía un tapón de yeso.

En el siglo V ya se conocían distintos tipos de uvas y con ellas hacían los vinos blancos, tintos o dulces.

La viticultura europea a partir de los siglos VI-VII, estuvo casi siempre en manos de los monasterios ya que la iglesia era una de las principales demandantes de vino para el sacramento de la Comunión.

Pero desde el 2.300 a.C. fueron los griegos y fenicios los que propagaron la cultura del vino por el resto de las culturas y fueron, sobre todo, los fenicios los que comerciaron con él como una mercancía de gran valor.

En oriente el vino estaba íntimamente ligado a las posesiones de la iglesia y el palacio, ya que no es hasta la llegada de los romanos cuando el consumo del vino se masifica, siendo casi una obligación social su consumo.

Por su potencial embriagadora, había que beberlo en el Simposium y la copa se elevaba hacia los dioses.

El vino era rebajado con agua ya que como usaban uvas muy maduras para su realización, tenía una gran concentración alcohólica. La mezcla con agua variaba según la importancia del acto que se celebraba y de sus participantes. El vino en estado puro era reservado para los bárbaros, ya que griegos y romanos pensaban que sin mezclar los podía enloquecer. También pensaban que otras bebidas que provenían de cereales(cerveza...) eran para las clases inferiores y llegan hasta tal punto, que creen que hay grandes diferencias entre emborracharse con vino y con cualquier otra bebida para bárbaros y pobres.

De esta forma, el vino toma una gran importancia en la Iberia romana y tiene una influencia cultural tan grande, que existía la creencia de que los dioses del vino, Dionisos y Baco, sólo entregan sus dones a los que los merecen.

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