Baco y Ariadna
Por Tucita Castro
En
este cuadro podemos contemplar el momento en que el cortejo de Baco
llega ante Ariadna. Esta obra representa el momento crucial en que
Dioniso encuentra a Ariadna y se enamoran. El cuadro posee una gran
psicología y un rico cromatismo. El brazo derecho de Baco ocupa el
centro de la composición; a la derecha se agrupa el cortejo de Baco y a
la izquierda los protagonistas de la historia.
El
centro del cuadro lo ocupa el dios Baco que se dirige hacia Ariadna que
está a la izquierda del cuadro, con el cuerpo dirigido hacia el mar,
por donde se ha ido Teseo (a lo lejos se ve el barco), pero que gira la
cabeza hacia el dios que viene a buscarla, haciendo un primer gesto de
desprecio al que más tarde se convertirá en su marido. Detrás de Baco
aparece su cortejo de sátiros y ninfas en desorden, entre los cuales se
ve a un dormido Sileno.
El
sátiro del primer plano, en el que distinguimos los cuernos propios de
estos seres, y que lucha con las serpientes, está inspirado en la
estatua de Laconte, descubierta una década antes.
El
sátiro colocado más a la derecha agita en una mano el tirso, elemento
floral dedicado a Baco, y en la otra una pata del ternero despedazado en
el ritual báquico y cuya cabeza está en primer plano, arrastrada por un
pequeño sátiro que nos mira invitándonos a participar. El viejo gordo
del fondo que, ebrio y dormido, monta un burro es Sileno.
A
su lado, un personaje que acarrea una pesada tinaja de vino. En el
cielo, encima de Ariadna en la parte superior izquierda, la diadema que
Baco lanza a lo alto y que se convierte en la constelación de la Corona.
Baco
aparece en un carro tirado por guepardos que intercambian su mirada,
como correlato a la que se dirigen entre sí los amantes. Le acompañan
las ménades y sátiros que tocan instrumentos musicales: platillos,
panderetas y un cuerno.
En
la zona de la derecha encontramos a Laconte con las serpientes rodeando
su cuerpo. Las figuras están integradas a la perfección en el paisaje,
siguiendo el estilo de Giorgione, mientras que en la sensación de fuerza
y tensión se manifiesta cierta cercanía a la obra de Miguel Ángel. Sin
embargo, el color y la luz serán una importante aportación de Tiziano,
creando una acertada sensación de movimiento y alegría que provoca la
integración del espectador en la escena.
Las
tonalidades brillantes, las calidades de las telas, el detallismo en
algunas zonas serán elementos que identifican el estilo tizianesco de
estos años iniciales de la década de 1520. Este cuadro es vigoroso y
luminoso. Tiene unos azules sorprendentes, a los que las copias
digitales no suelen hacer justicia y expresa como ninguno la capacidad
del autor de congelar instantes en una tela.
Baco
y Ariadna es un lienzo al óleo pintado alrededor de 1520-23. Es una de
un ciclo de pinturas de temas mitológicos producidos para Alfonso I de
Este, el Duque de Ferrara, con quien Tiziano tenía una estrecha
relación, para la Cámara de Alabastro del Castillo de Ferrara. En el
caso de Baco y Ariadna, el tema deriva de los poetas romanos Catulo y
Ovidio.
El
duque había involucrado también en su proyecto a Bellini, Rafael y fray
Bartolomeo, siguiendo el famoso “Studiolo” de Isabella d´Este en
Mantua. Durante cuatro años Tiziano realizó tres cuadros mitológicos: la
Ofrenda a Venus, la Bacanal y el Baco y Ariadna. La cámara sería
destruida a finales del siglo.
La pintura, considerada una de las obras maestras de Tiziano, se encuentra actualmente en la National Gallery de Londres.
Baco y Ariadna, mitología griega
Ariadna
era hija del rey Minos y de Pasífae. Cuando el héroe ateniense Teseo
llegó a Creta dispuesto a matar al Minotauro, Ariadna lo vio y se
enamoró de él. La joven le había dado un ovillo que el héroe fue
soltando al entrar al laberinto donde se encontraba el monstruo. Después
de cumplido su objetivo el hilo le indicó el camino de regreso, con
cuya ayuda consiguió escapar del laberinto donde estaba encerrada la
bestia. El héroe y la joven huyeron de Creta pero Teseo abandonó a
Ariadna en el litoral de la isla de Naxos. Ariadna simboliza el alma, la
inspiración, la salvación que llega en el momento de mayor adversidad,
su amado le prometió matrimonio, pero al llegar a la ínsula esperó a que
se durmiera y ahí la dejó para siempre.
La
hermosa princesa cretense buscaba a Teseo con ansiosos y ávidos ojos,
escrutando las rocas, recorriendo las blancas arenas. La diosa del amor,
Afrodita, se compadeció de ella, y prometió en el Olimpo, ante el resto
de dioses, que la princesa terminaría esposada con un Dios.
Cuando ella descubrió que había sido abandonada rompió a llorar; Baco escucho sus lamentos por azar, apiadándose de la joven.
Baco,
acudió a su encuentro; el dios quedó fascinado por la belleza de
Ariadna, quiso protegerla al verla en ese estado, hacerla feliz, y
amarla. La cortejó con tales propósitos, le regaló una corona de 7
estrellas; se enamoró y la hizo su esposa. Pero Ariadna se consumía
lentamente en una silenciosa melancolía. Indiferente a todo, empezó a
debilitarse al poco tiempo del enlace; enfermó y finalmente murió. Baco
se convirtió en la sombra de sí mismo. Dejó de ser el dios de la alegría
y la fiesta: todo en él se desgarraba por la ausencia de Ariadna. Roto
en mil pedazos, lanzó su corona estrellada al aire, y en el Cielo se
formó la constelación de La Corona Boreal.
Zeus
no soportaba el dolor de su hijo, y rescató a su amada de entre los
muertos, y tras devolverle el aliento de la vida, le concedió asimismo
el don de la inmortalidad. Ariadna se entregó a los brazos de su
enamorado Baco y juntos traspasaron las fronteras del amor y de la más
incandescente pasión, enlazados ya por siempre.