Los vinos nacionales viven un esplendor en el nuevo milenio. De las antiguas casas bajacalifornianas Domecq, Santo Tomás, o L.A. Cetto, se han sumado las modernas Casa Madero de Coahuila, Monte Xanic de Baja California, y Freixenet de Querétaro, además de pequeñas bodegas boutique y vinos de autor que ofrecen una producción de alta calidad.
Pero ¿qué tienen de especial? “Para empezar, el terruño”, dice Hans Backoff, enólogo y Director General de Monte Xanic, fundada por su padre y dos socios más en 1987, “el microclima (conjunto de condiciones climáticas en una atmósfera pequeña) es de lo mejor por sus tardes calurosas y noches frescas que hacen a la vid madure de forma óptima”.
Otra de las condiciones favorables de los viñedos mexicanos es que dicho microclima se adapta a diferentes tipos de frutos y cultivos, “donde puedes plantar Chardonnay, Malbec o Syrah de la mejor calidad”, señala Irving Bustos, sommelier de la boutique L.A. Cetto, “y además, no son tierras vulnerables a las plagas”.
México forma parte de la conocida como Franja del Vino, que agrupa a otros países como EUA, Chile, Argentina, Sudáfrica, Australia, China y la Europa Mediterránea, y de acuerdo al Consejo Mexicano Vitivinícola Querétaro, Coahuila, Baja California y Zacatecas, Hidalgo, Chihuahua y Nuevo León son los mejores estados para su cultivo, aunque ha sido Valle de Guadalupe, en Baja, el más prolífico productor.
Pero si la naturaleza es noble, la elaboración y el proceso secreto de cada bodega es parte fundamental, así como el trabajo de los enólogos “que le ponen su toque científico y personal a cada producto”, dice Bustos.
Uno de ellos es Víctor Alegre, que utiliza para los vinos blancos de su bodega Casa Torres-Alegre el bastonage, técnica que adquirió en Francia -“soy el único en aplicarlo en México”, dice orgulloso-, que consiste en introducir un bastón de acero inoxidable al tonel de vino para suavizarlo con el movimiento.
Otro enólogo independiente con expertisse en las grandes es Hugo D’Acosta, quien tras 12 años en Santo Tomás fundó, en 1977, La Casa de Piedra, ubicada en Ensenada de ediciones limitadas de 1000 a 1500 botellas, y que incluye más de 15 etiquetas, como Ensamble, Paralelo, Aborigen y Piedra de Sol.
La de D’Acosta fue de las primeras bodegas boutiques junto con Roganto, Bodegas Adobe Guadalupe y Barón Balché; después llegaron otras como Vinos Shimul o Viñedos Malagón, Casa Couttelanc, Vinos Montefiori y Sinergi-VT (todas ellas del Valle de Guadalupe) o Cuna de Tierra, de Hidalgo, por mencionar solo algunas.
Un caso aparte es el del Sinergi-VT , propiedad del enólogo chileno José Luis Durand, que revolucionó Casa Domecq en los años 90, a decir de los expertos, y que ahora le da un aura distinta al vino de autor con un concepto artístico, “donde leer poesía es parte de los secretos”, algo que materializó en su vino insignia, Ícaro, donde, dicho en sus propias palabras, buscó la perfección, “ y eso generó una intensidad y energía con la naturaleza y con la viña que se siente en el paladar”.
“En general, los vinos mexicanos cada vez están mejor”, dice Matías Calleja, director técnico de la bodega González Byass que produce los vinos Beronia de la Rioja y una voz de autoridad en España, “los que más me han gustado son Aborigen y el Gran Ricardo (de Monte Xanic)”.
“Un pueblo que no bebe su vino tiene problemas de identidad”, dice el sommelier Bustos de L.A. Cetto cuando dice que México tiene todo, excepto los consumidores, pero José Luis Durand lanza un mensaje más audaz “en México podemos hacer el mejor vino del mundo porque tenemos el potencial para hacerlo; es cosa de atrevernos”.
* Recomendaciones (selección de los entrevistados, textos consultados y de acuerdo a las listas de Wine Espectator, es opcional):
Blancos:
Calixa Chardonnay 2010
Chardonnay de Roganto
Chenin Blanc 2010 de L.A. Cetto.
Tintos:
Reserva Especial Casa Grande Shiraz de Casa Madero
Único de Santo Tomás
Gran Ricardo de Monte Xanic
Paralelo, Ensamble Arenal
Kerubiel de Adobe Guadalupe
Ícaro, 2007
Balché Cero 2005 de Barón Balché
Artículo de Gabriella Morales-Casas
Pero ¿qué tienen de especial? “Para empezar, el terruño”, dice Hans Backoff, enólogo y Director General de Monte Xanic, fundada por su padre y dos socios más en 1987, “el microclima (conjunto de condiciones climáticas en una atmósfera pequeña) es de lo mejor por sus tardes calurosas y noches frescas que hacen a la vid madure de forma óptima”.
Otra de las condiciones favorables de los viñedos mexicanos es que dicho microclima se adapta a diferentes tipos de frutos y cultivos, “donde puedes plantar Chardonnay, Malbec o Syrah de la mejor calidad”, señala Irving Bustos, sommelier de la boutique L.A. Cetto, “y además, no son tierras vulnerables a las plagas”.
México forma parte de la conocida como Franja del Vino, que agrupa a otros países como EUA, Chile, Argentina, Sudáfrica, Australia, China y la Europa Mediterránea, y de acuerdo al Consejo Mexicano Vitivinícola Querétaro, Coahuila, Baja California y Zacatecas, Hidalgo, Chihuahua y Nuevo León son los mejores estados para su cultivo, aunque ha sido Valle de Guadalupe, en Baja, el más prolífico productor.
Pero si la naturaleza es noble, la elaboración y el proceso secreto de cada bodega es parte fundamental, así como el trabajo de los enólogos “que le ponen su toque científico y personal a cada producto”, dice Bustos.
Uno de ellos es Víctor Alegre, que utiliza para los vinos blancos de su bodega Casa Torres-Alegre el bastonage, técnica que adquirió en Francia -“soy el único en aplicarlo en México”, dice orgulloso-, que consiste en introducir un bastón de acero inoxidable al tonel de vino para suavizarlo con el movimiento.
Otro enólogo independiente con expertisse en las grandes es Hugo D’Acosta, quien tras 12 años en Santo Tomás fundó, en 1977, La Casa de Piedra, ubicada en Ensenada de ediciones limitadas de 1000 a 1500 botellas, y que incluye más de 15 etiquetas, como Ensamble, Paralelo, Aborigen y Piedra de Sol.
La de D’Acosta fue de las primeras bodegas boutiques junto con Roganto, Bodegas Adobe Guadalupe y Barón Balché; después llegaron otras como Vinos Shimul o Viñedos Malagón, Casa Couttelanc, Vinos Montefiori y Sinergi-VT (todas ellas del Valle de Guadalupe) o Cuna de Tierra, de Hidalgo, por mencionar solo algunas.
Un caso aparte es el del Sinergi-VT , propiedad del enólogo chileno José Luis Durand, que revolucionó Casa Domecq en los años 90, a decir de los expertos, y que ahora le da un aura distinta al vino de autor con un concepto artístico, “donde leer poesía es parte de los secretos”, algo que materializó en su vino insignia, Ícaro, donde, dicho en sus propias palabras, buscó la perfección, “ y eso generó una intensidad y energía con la naturaleza y con la viña que se siente en el paladar”.
“En general, los vinos mexicanos cada vez están mejor”, dice Matías Calleja, director técnico de la bodega González Byass que produce los vinos Beronia de la Rioja y una voz de autoridad en España, “los que más me han gustado son Aborigen y el Gran Ricardo (de Monte Xanic)”.
“Un pueblo que no bebe su vino tiene problemas de identidad”, dice el sommelier Bustos de L.A. Cetto cuando dice que México tiene todo, excepto los consumidores, pero José Luis Durand lanza un mensaje más audaz “en México podemos hacer el mejor vino del mundo porque tenemos el potencial para hacerlo; es cosa de atrevernos”.
* Recomendaciones (selección de los entrevistados, textos consultados y de acuerdo a las listas de Wine Espectator, es opcional):
Blancos:
Calixa Chardonnay 2010
Chardonnay de Roganto
Chenin Blanc 2010 de L.A. Cetto.
Tintos:
Reserva Especial Casa Grande Shiraz de Casa Madero
Único de Santo Tomás
Gran Ricardo de Monte Xanic
Paralelo, Ensamble Arenal
Kerubiel de Adobe Guadalupe
Ícaro, 2007
Balché Cero 2005 de Barón Balché
Artículo de Gabriella Morales-Casas